viernes, 5 de noviembre de 2010

¿Mariposas en la panza?

La comida casera estaba exquisita. Lorena había heredado el toque de generaciones de buenos cocineros en la familia. Podrían tener a alguien que lo hiciera, pero no; ella no quería como tampoco que se encargaran de ciertas cosas en el hogar.
Lorena es una dulce y buena hija; la menor luego de un primogénito fallecido (desaparecido, en realidad) en una época oscura. Ella nunca quiso ir a la ciudad, ni siquiera a estudiar. La habían instruido en la casa de campo. Así estaba bien.
Su padre estaba orgulloso y durante el almuerzo (tardío, casi merienda) no ahorró elogios para con su hija.
Ella sonreía nerviosa; a pesar de que todo lo que decía era verdad, había sido descubierta en una oculta actividad (no elegida ni disfrutada) con quien supuestamente era el mejor amigo de su padre.
Fernando había sido el comisario del pueblo cercano en la época de la desaparición de Rafael, hijo de Rodolfo.
Rafael estudiaba Derecho en la facultad y era el orgullo de sus padres. Su madre lo espero hasta el último atardecer… lo imaginaba asomándose por el camino de tierra, con la sonrisa que tenía para ella, siempre…
Lorena se había enterado de algo que Rodolfo no sabía. Fernando la extorsionaba y manipulaba desde hacía mucho tiempo. Lorena no tenía novio; nunca había tenido uno. Su padre no entendía porqué. Era una chica hermosa, de pelo rojizo y ojos claros, con un tono de piel cobrizo. Rara mezcla, belleza exótica.
Tito no quería averiguar mucho. Estaba a gusto, pero no entendía bien porque estaba allí y empezó a sentirse incómodo de a ratos.
Comentó que debía volver a la ciudad. Rodolfo, luego de escuchar atentamente, el dice:
-         Decime, Tito… ¿estás trabajando?
-         No, la verdad que en este momento no, pero debo resolver una asunto.
-         Está bien. Entiendo, pero ¿no te gustaría trabajar para mí? Estoy grande y necesito sangre joven y energía. Acá hay mucho para hacer, y variado.
-         La verdad es que no sé en que podría ayudar yo … siempre viví en la ciudad …
-         Como te digo… (continuó Rodolfo) acá hay mucho y variado… vamos viendo… se aprende, todo se aprende... ¿Dónde vivís?
-         Estoy alquilando una pensión en la ciudad. (Eso se le estaba complicando; no sabía como iba a conseguir plata para quedarse mas tiempo)
-         Mirá, andá a la ciudad… pensálo y volvé con una decisión (sonaba a orden, pero Tito no podía enojarse ante tanta amabilidad hacia y desde un desconocido). Si trabajás para mí vivirías acá. Hay una casita cerca. Lleváte el Rambler. Volvé cuando estés listo. Yo no lo voy a usar por unos días.
El silencio se hizo pesado, tremendamente espeso… Tito no podía creer la propuesta... ¿qué se trae el viejo? Como buen bicho de ciudad, desconfiaba de la gran limosna. Aún así, la propuesta no sonaba mal.
Fernando y Lorena no participaban de la conversación. Fernando solo asentía con una mueca falsa, y Lorena, que estaba sorprendida, pero a la vez intrigada (y respetaba a rajatabla las decisiones de su padre) solo miraba y escuchaba.
-         Está bien, lo voy a pensar. Me voy a la ciudad, pero no me llevo su auto. Yo me las arreglo. Déme unos días …

Antes de salir, ya casi al anochecer, Lorena toca su puerta….
-         Quería despedirme, por las dudas no lo vuelva a ver … (Era la primer vez que escuchaba su voz … dulce voz … las primeras palabras que le dirigía …)
-         Bueno, gracias … no creo que no vuelva a probar tu comida otra vez (¿que dije?, ¿encima la tuteé? … carajo, me transpiran las manos … )   
Ella se quedó quieta y solo miraba como el terminaba de ajustarse los cordones de los botines.
Rodolfo le había dicho que se llevara la ropa que le hiciera falta; era ropa de su hijo... ( - … y se la están comiendo las polillas, je)
Tito notaba que había algo más que ella quería decirle; sentía el ahogo en su cuello. Ella estaba ahí parada, con sus brazos cruzados adelante, mordiendo su labio inferior… de golpe salió de la habitación y volvió a entrar rápidamente.
-              Tome esto (entregándole el revolver envuelto en una toalla)… menos mal que no lo encontró Fernando, sobre todo en el estado en el que está ahora. 
Fernando estaba abajo, abrazando la botella de whisky… no hablaba, miraba el horizonte. Sus ojos estaban rojos y su ceño fruncido.
Tito agarró el revolver y salió, bajó las escaleras, le dio un apretón de manos a Rodolfo diciendo:
-              Voy a pagarle por esto señor …
-              Pagáme volviendo y hablamos, ¿eh?
-              ¡Hasta luego! … dijo fuerte, pero no miró a Fernando; éste, sin dejar de mirar el mismo punto dijo: - chao … con un desgano total y presintiendo que no era un adiós …  (- la concha del mono … pensó …)
Tito caminó por la calle de tierra, de espaldas a la casa y sin darse vuelta, hasta llegar a la ruta. Ya había anochecido, pero no quiso quedarse a pasar la noche… era demasiado, le parecía excesivo.
     Algún colectivo tenía que pasar… otro Rodolfo no… y el pensamiento le hizo reír, nervioso y cortado. El viejo le había caído muy bien… ella también, de una manera extraña… y odiaba a Fernando.
Llevaba el revolver en la cintura y lo sintió… le molestaba. Buscó en el interior de la campera y encontró un bolsillo: - mejor así...  no controló si estaba cargado. Ella no se atrevería.
Sin darse cuenta del tiempo, vió venir un colectivo.
Al subir, vió gente parada en el pasillo…
-         Me cago en la mierda… puta leche… - y se apoyó en un asiento, de frente, apretado… el que venía sentado, le empujó con el brazo, no tan sutilmente que digamos….
-   ¿? .. ¿y éste pajero? – pensó - el contacto con gente de la ciudad lo transformaba… empezó a sentir el peso de la urbe, de tener que volver. Recordó a la Caro, el silenciador que quería, al pata de lana
(- gordo puto) y trataba de recordar que cosas había dejado en la pensión…
El del asiento junto al pasillo, con su gorrita clavada hasta las cejas, su buzo enorme y su teléfono a todo volumen, había decidido que todo el pasaje iba a escuchar la pedorra música tropical berreta que tenía cargada en él. No solo eso, sino que le propina un codazo a Tito, marcando terreno… 
Tito, sin decir palabra, le apoya el matagato en la sien, debajo de la línea que delimitaba la gorra del rostro del pesado pasajero (- le voy a dar heavy a éste) Y cuando el tipo siente el caño frío, se queda helado y duro como Arturito dulce.
Tito, suavemente y en voz baja, le dice.
-              Cuchá puto… bajá el volumen de la verga esa y quedáte en el mazo... ¿eh, papi?
-              Tranquilo guacho … rescatate …
-              Te voy a…. Mierda… mejor no bajes el volumen… muteate vos, no me vuelvas a hablar, abrí la ventanilla y tirá el puto teléfono... ¡dale! …
El celular voló prendido y sonando por la ventanilla ante la mirada sorprendida del acompañante.
Tito suspiró aliviado… silencio… solo el sonido del motor y alguna que otra tos. Cerró los ojos y recordó a Lorena… el pensamiento fue más rápido y de golpe se encontró diciendo: 
-         Voy a volver

miércoles, 13 de octubre de 2010

Rambler hacia donde sea ...


El Rambler se acercaba por la desolada ruta de un amanecer naranja cálido. Parecía un chino con resaca; sus luces rectangulares encendidas atraían como luciérnagas dibujando imágenes indescifrables. No venían otros autos, ni colectivos, nada… solo el Rambler.
Dentro de él venían ellos. Al volante don Rodolfo, avezado viajero de las rutas argentinas (hasta el fin) con su compadre Fernando, macho cabrío, jugador, ocasional visitante de bulines, fumador empedernido y golpeador. Había sido comisario en otras épocas. Había hecho cosas. Rodolfo era todo el opuesto; un hacendado estable. Notable hombre de familia. Empinaba un poco el codo cada tanto, pero tranqui. Por ahí se tiraba uña caña al aire; pero debía valer la pena. Ocasional. Lejos.
-         No pare Rodolfo… dejesé de joder hombre. No estamos para caridá nosotro … siga, siga … dice Fernando con tono seguro
-         Tranquilo hombre, solo bajo la marcha para ver… no se ve mucha gente nueva por acá. No se me preocupe Fernandito… Le contesta Rodolfo, que era el único que podía llamarlo así, y no en público, por supuesto.
Lo había salvado más de una vez; muchas más a lo largo de décadas ya que don Rodolfo creía deberle la vida. Su hijo universitario y unas armas escondidas en un pozo habían traído problemas en un golpe de estado bravo. Fernando le salvó las papas. Y Rodolfo tenía códigos de hombre, era un hombre de palabra, los amigos son de hierro y así… eso los hizo ser la sombra del otro. Y se sentían seguros estando cerca.
Tito había dormido recostado en el banco de cemento de la garita. Despertó con el silbido del viento y el calor del sol en el rostro. Creyó estar soñado al principio hasta que vio la pipa y el encendedor a su lado.
Había vomitado otra vez. Estos últimos días habían revolucionado su estómago y lo habían tornado frágil. Aunque no era para menos. Había matado. Y no un hombre, sino dos. No llegaba a entender el porqué, si es que lo había.
Supervivencia, pensó y se concentró en el Rambler que venía y ya no aguantaba el hedor de la garita.
-         Me llevará este culiáo? – pensó tratando de enderezarse a pesar de las puntadas en el vientre.
Levantó la mano para hacer dedo, rogando por dentro irse de allí… adonde sea… donde fuera… al carajo… a la recontra puta mierda, pero lejos de allí…
Palpó su bolsillo trasero, allí estaba el fierro… le dio un poco de impresión. Era suyo, había que pensar en huellas, en rastros, en pistas, pero el auto estaba cerca y necesitaba salir de allí y clavar un desayuno.
El auto bajaba la marcha y pasó frente a él pero no se detuvo ahí, hizo unos metros más y salió de la ruta. La ventanilla delantera izquierda bajó y una mano le hizo señas al grito de:
-         Dale, subí pibe – Rodolfo tuvo un buen presentimiento; no así Fernando que despotricaba por lo bajo.
Tito intentó correr pero no pudo, caminó lo más rápido que pudo mientras hacía un bollo el buzo y ocultaba su muñeca lastimada y las manchas de sangre.
Abrió la puerta trasera y prácticamente se tiró en el asiento trasero.
-         ¡Gracias señor! – dijo, y realmente lo sentía así en lo mas profundo de su ser. 
-         No es nada hijo. ¿Hacia donde vas? Nosotros vamos a una Estancia cercana. Nos quedaremos hasta la tarde y luego seguiremos a la ciudad. ¿Estas muy apurado? – la bondad de Rodolfo irritaba a Fernando, acababa de conocerlo y lo invitaba a la estancia, lo que significaba intimar, pasar un largo rato.
-         La verdad es que nada me apura, señor. Contesto Tito, pero no dijo nada mas. Fernando no dijo nada. Hervía por dentro, pero no era su auto, ni su estancia.
El auto estaba impecable. El tapizado lustrado te hacia patinar hacia abajo. Original, todo funcionaba. La radio estaba prendida en las noticias y Tito clavó su mirada en esta. Rodolfo, por el retrovisor lo ve y cambia a otra estación que pasaba música. Tito lo mira en el espejo y don Rodolfo le guiña un ojo, cómplice. 
Curiosamente, Tito se relajó ante esta demostración de confianza. Hacía mucho tiempo que no sentía contención, y menos de un extraño.
Fernando se acomodó nervioso en su asiento delantero. El cinturón de seguridad le ajustaba el abultado vientre y se sentía ahogado; pero tal era la paz de Rodolfo que Tito contempló detalles del Rambler otra vez: cinco puertas, tipo familiar, impecable, y recordó su infancia.
Pero no pudo sumergirse mucho allí, a la vez no alcanzaba a asimilar lo que había hecho ni la sensación de no sentir culpa alguna.
Apoyó su cabeza en la ventanilla y su mente se fue a otro lado. En la radio sonaba “El rey lloró” y el dormitó un poco.
Los dos desconocidos casi no hablaron entre sí, y si lo hicieron fue a bajo volumen.
En un momento don Rodolfo le volvió a preguntar:
-         ¿Seguro que te querés quedar no? – mirándolo por el espejo retrovisor a lo que Tito asintió y Fernando se sentía fuera del diálogo y su desarrollo.
Luego de salirse de la ruta, anduvieron por un camino de tierra unos kilómetros hasta llegar a un casco de estancia.
La gran casa, aunque antigua, estaba en muy buen estado y cuidado. Había gente trabajando, caballos y perros y hasta se escuchaban cantos de gallo.
Bajaron del auto y don Rodolfo lo invitó a entrar a la casa y lo llevó escaleras arriba a una pieza de huéspedes donde:
-         Hay ropa que te podés poner, si querés. Seguro es de tu talla. Pero primero date un buen baño, que buena falta te hace,  je je je.
El comentario no molestó a Tito, el viejo tenía razón. Estaba sucio, o por lo menos así se sentía.
-         En un rato vamos a almorzar pero ya te hago traer algo para que vayas picando… por ahí nos demoramos un rato. Tengo que hacer con Fernando. Vos ponéte cómodo.
-         Gracias, señor ... de verdad … usted sabe que …
-         Ah, ah, ah… no digas más; tranquilo… no me cuentes nada ahora. Ya habrá momento y lugar apropiado. Ahora aprovechá y descansá que lo necesitás hijjj…. (casi le dice hijo, pero se frenó justo a tiempo; se dio cuenta que quedaba excesivo, pero no podía evitar recordar… a….)
-         Bueno, te dejo de una vez. Nos vemos en un rato muchacho. Ah!, ¿cómo es tu nombre?
-         Tito – dijo a secas.
-         ¿Tito?, ¿de Roberto o…? – esperando respuesta
-         Tito – repitió éste
-      Je je je, como usté diga muchacho – Rodolfo no se molestó, le gustó la seguridad del joven. Había algo extraño en él, le pasaba con los caballos y don Rodolfo sabía mucho de caballos. Había algunos indomables que metían miedo. Rodolfo sabía de salvajes; tenía una intuición admirable. Tito lo intrigaba, pero no lo asustaba. Bajó las escaleras y se concentró en lo suyo. Iba a una yerra; buscó a Fernando pero no gritaría pues, ya maduros, los hombres saben lo que deben hacer.
Tito se duchó un largo rato mientras la tina se llenaba; luego se sentó e inclinó la cabeza hacia atrás. La cicatriz de su muñeca ya no sangraba, no era profunda. Solo la marca llamaba un poco la atención.
Luego abrió un placard y vió bastante ropa que, aunque antigua, estaba en buen estado y le quedaba.
Se puso una camisa manga larga y se abrochó los botones para tapar la herida. Luego pantalones, un chaleco y unos botines y bajó las escaleras. La casa era grande, antigua e impecable – como el Rambler – pensó – y vió detalles de los muebles y los adornos en las paredes y los cuadros que allí colgaban.
De repente recordó que había dejado el revólver junto a la ropa sucia en el baño; pero no se preocupó por el momento. No veía mujeres en al casa que fueran a limpiar pero si sus huellas y un olor rico que venía de la cocina.
Esto lo atrajo y fue siguiéndolo. El hambre lo llevaba. Iba por un pasillo hacia donde parecía que era la cocina caminando sigilosamente. Llegó allí y vio que había una bandeja con sánguches, una taza y una tetera que humeaba; le dio vergüenza, pero agarró uno de los sánguches y lo devoró en segundos, Mientras terminaba de tragar , casi sin masticar, sintió un quejido que provenía de un lugar cercano.
Caminó hacia allí y vió entreabierta la puerta del depósito. La empujó suavemente y al asomarse lentamente se encontró con los ojos de Fernando que, a unos metros, parado de frente hacía él, tenía a una joven mujer de rodillas chupándosela.
Fernando frunció el ceño y tomó del pelo a la mujer violentamente hacia el miembro cuando ésta, al darse cuenta de la intromisión, quiso darse vuelta. Así y todo ella logró sacar de su boca el blando falo al grito de: - ¡pará, bestia!.. y al girar su cuello se le cortó el aire al ver al muchacho viendo la escena.
Tito se volvió en sus pasos y salió por la primera puerta que encontró. La sensación era confusa, pero no era asunto suyo. Se dio con el patio. No se lo veía a don Rodolfo. Si a algunos peones haciendo tareas. Caminó un poco para curiosear y volvió a pensar en el revólver.
Habían pasado ya unos veinte minutos y pensó en recostarse un rato. Volvió a la casa, entró por la puerta principal, para reconocer el camino hacia la habitación de huéspedes. Al entrar encontró la bandeja con los sánguches y el té, apenas tibio. Se sentó y comió. Luego entró al baño y…. se quedó sin aliento. La ropa sucia no estaba. No había nada. Ni revólver ni nada. Salió rápidamente de allí y al bajar las escaleras, don Rodolfo salió a su encuentro y con una gran sonrisa le dijo:
-   Estos bichos de miércoles… lo dejé para después. Ahora vamos a la mesa que quiero presentarte a alguien.
Tito no hablaba, se dejaba llevar, don Rodolfo lo calmaba. Al entrar al comedor vió a Fernando sentado en una punta de la mesa, y en una silla en uno de los costados, cabizbaja y sonrojada, la joven del depósito y don Rodolfo que el dice:
- Tito, te presento a Lorena… mi hija.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

SANGRE !

Abre los ojos… no sabe ni donde está ni la hora. Hay mucho ruido afuera. De a poco va recordando que pagó por una habitación por varios días ahí. Trata de incorporarse; su cuerpo sudoroso le duele. En las sábanas hay sangre…
_ ¿Que mierda?  no recuerda bien. La mesita de luz tiene blisters de clonazepan vacíos. Durante su sueño se despertó en varias ocasiones y se mandaba un par de ellas masticándolas como si fueran aspirinas para niños. Había estado durmiendo mas de 48 hs. Seguidas. Se sienta en la cama y la imagen que el devuelve el espejo le revuelve las tripas. Tiene un tajo en una muñeca, la izquierda, no es profundo  y con varias marcas alrededor que no llegan a sangrar. Hay un alicate de uñas tirado en el piso. Por suerte éste tiene una cuchilla casi sin filo alguno.
La herida ya está casi coagulada del todo. Sudoroso y con grandes ojeras se levanta y descubre que está desnudo y que ha eyaculado en las sábanas. Se incorpora y tiembla, no tiene fuerza y la sed lo quema por dentro. Hace unos pasos, tambalea y se cae. Se arrastra un poco, gatea otro y logra llegar a la pileta de manos del baño. Hace arcadas pero no puede vomitar nada, solo algo de líquido… abre la canilla y bebe desaforadamente.
Ahora si devuelve líquido y se vuelve a caer. Desde el piso abre la ducha que lo va mojando y se hidrata lentamente, de a sorbitos en la mano ahuecada… despacio, bebe y bebe... siente que se desmaya pero el agua fría lo va reanimando.
Logra meterse en la tina y abre el agua caliente, pero solo sale un chorro de óxido líquido y un ruido que lo aturde y cierra el grifo. Orina un poco y le duele pero la temperatura del meo le da un ligero alivio en las piernas. Cierra el. agua fría y se queda un rato quieto. De golpe le dan espasmos y tose. Tiene que comer algo. Dormita un poco dentro de la vieja tina hasta que de golpe se levanta y se ducha.
Su único pensamiento es comer, así que se viste, se ata una media alrededor de la muñeca y sale de la habitación a buscar lo que sea. Los olores del pasillo le dan nauseas y se acuerda de no acercarse al ascensor. Se tapa la nariz con el brazo y baja las escaleras lo más rápido que puede; está muy débil.
Salea la vereda, calcula que son las seis de la tarde y saca su móvil del bolsillo para ver que son las siete y media p.m. en realidad, y mientras camina encuentra un bar y entra. Pide un café con leche y un carlito:
-          Rápido por favor… dice y el mozo le ve las ojeras, la media alrededor de la muñeca y por las dudas se apura.
Llama a alguien que no conoce muy bien; habla de parte del Turco. Quedan en encontrarse en una hora y media en un lugar del interior, en los suburbios. Tiene que llevar 200 mangos.
-          Dale, nos vemos ahí. No tiene la plata… pero ya embuchó y la merienda con mucha azúcar le levantó el ánimo.
-          El laburo… cagué… la cagué…. Aunque ahora es mas importante el encuentro dentro de un rato. Paga y sale, no tiene mucho dinero
-          A improvisar.
Averigua que Bondi lo lleva a Finisterre y se para bajo el cartel.
-          Me parece que van a caer varios – dice, y se asusta de si mismo, de no haber podido controlar ese pensamiento antes de que saliera de su boca.
El bondi ya paró y todos suben. No debía ir solo, pero tampoco debería estar allí, ni así… se va dejando llevar, no le importa mucho ya.
Tiene el presentimiento de que perdió el laburo (su jefe es un: ortiba buchón puto). Está solo, con el corazón roto y el estómago pegado a los huesos; las tripas chillan. Fin del recorrido.
-          Pero,… ¿cómo? … es mas lejos, le dicen, tiene que tomar un tren.
-          Voy a conocer la loma de la mierda si sigo así (the fool on the hill suena en su cabeza)
Media hora de tren y llega, justo a tiempo. El movimiento en el barrio choto es menor, casi nulo, digamos. Mejor…
-          Por estas calles no andan ni los perros (piensa y se relame en un tic que se empieza a apropiar cuando su lengua perversa saborea la adrenalina que olfatea; ya no es él).
La idea del poco movimiento lo envalentona. Llega a la maldita plaza desolada y está bastante fresco, el aire es un vientito helado que rompe los huevos y lo pone tenso. Se ven venir dos figuras que caminan como si fueran de otro genero homo, o hasta de otra especie… caminata de choros…
Uno se queda en la esquina y tira un par de silbidos, el otro se viene. Tito se pone la capucha, está bastante oscuro ya.
-          ¿Qué se trae amigo? – pregunta el tipo …
-          Lo que me dijiste, loco … contesta Tito
-          Tranquilo pá, ió no soy ningún loco, ¿sabé?
-          Ni yo tu amigo – dice tito con fortaleza desconocida, el tipo titubea un poco y se quiere dar vuelta para ver si el otro sigue haciendo campana, se cagó un poco; quiso dar miedo y el escudo de Tito lo impactó.
-          Son machos de a muchos estos putos – piensa Tito
-          ¿Tené la lana? – pregunta el otro
-          Mostráme el fierro antes – le dice Tito – y dámelo descargado  
-          Te vuá dá descargado, ¡ dame todo o te quemo! – dice el choro e intenta sacar el arma de la cintura pero Tito le mete una piña en el medio de la jeta que lo plancha y el revolver vuela … Tito lo manotea en el aire y apuntándole lo agarra tan fuertemente que gatilla y le da en el abdomen al mono que está en el  piso … silencio .. el tiro no hizo un sonido tan grande.
El de los silbidos de la esquina se queda mudo, Tito lo mira fijo… el otro debería silbar para avisar que está todo bien, pero está inmóvil del cagazo cuando Tito en lugar de correr y escapar hacia cualquier lado, va hacia él. Siente la orina chorrear por sus piernas y solo levanta los brazos diciendo: no, no… nooooo!!! Pero no grita, no puede gritar, le falta el aire…
Tito le apunta todo el tiempo y camina hacia él, al comienzo lentamente, luego mas rápido, pero no llega a correr.
Salvo los perros que ladran (- perros de mierda, por todos lados estos perros de mierda!) la situación no varía mucho en la quietud de la noche, no se ve a nadie, no pasa ningún vehículo.
Lo tiene a unos pasos: - ¿me habrá visto la cara?  se pregunta para sí y se sigue acercando, acomodándose la capucha, no hay mucho tiempo para pensar. El pobre tipo llora con los ojos cerrados y los brazos levantados a media asta, como en cruz.
Tito apoya el 22 corto en la frente de aquel y sin bajar el brazo se agacha un poco y dispara… el tipo cae y tito se tienta… una risita nerviosa y rápida lo invade y mira a los costados y todo sigue igual alrededor… nadie.
Hurga en los bolsillos del último en caer. Hay unos pesos hechos un bollo, una pipa de caña y un pedazo de prensado paraguayo. Sigue revisando bolsillos y encuentra una copia trucha de un zippo con la lengua Stone. Se para y sale caminando. No hay patrulleros, ni gritos, solo unas pequeñas manchas de sangre en el buzo de Tito, no mucho, que se confunden con las de su propio tajo en la otra manga: - animal print  - dice suavemente y se va silbando Paint in black.
Luego de caminar unos minutos a la deriva, encara una garita en la ruta que lo hace reaccionar … la ruta poco transitada … él no sabe si está soñando y a la vez tiene la certeza de que nada volverá a ser igual de ahora en más.
- Eran ellos o yo
Orina, como cualquiera en una garita solitaria por más campo que haya alrededor y se arremanga el buzo. La muñeca ya no sangra pero no tira la media manchada allí, la guarda en un bolsillo.
Se sienta del otro lado del charco, sobre las manchas de meos anteriores y pone un poco de yerba en la pipa para bajar.
El corazón le galopa y el pulso le tiembla, pero lentamente el faso lo empieza a sedar y le da hambre nuevamente... saca el bollo de plata y cuenta, no hay mucho, pero alcanza para una buena comida… solo falta el transporte.
A lo lejos se ven luces que vienen…    

jueves, 9 de septiembre de 2010

el peso de las horas


Caída al vacío… nada de decisiones apresuradas. Mientras lo piensa, Tito arma un bolsito heredado de cuerina marrón caqui y se va sin rumbo fijo.
No le va a caer a la vieja. Demasiados malos tragos ya. Aparte, las bolas pesan suficiente como para hacerse cargo de las jugadas hechas y sus consecuencias.
El presupuesto no es tal; el imprevisto le deja como única opción una pensión en calle casi céntrica, frente a la morgue…
-          Vamos a ser vecinos con el oficial Panza  - piensa y se relame con el perverso humor que le mueve los músculos de la boca y le dibujan una sonrisa tipo Guasón … y así se siente … es el villano idolatrado; el maquillaje perfecto, en traje de caballero entallado, pelo anaranjado, su color preferido … el color de la media naranja ….
-          Perra! … piensa
-          Son todas iguales – le dijo el Tano; hoy no había otras, no había otra cosa en mente …     
Escaleras crujientes, el olor a guiso se mezcla con la combustión de la calle de vereda angosta que delimita el circuito  de carrera de colectivos de línea. El ascensor es un recuerdo. Está trabado en el entrepiso colmado de bolsas de residuos de quienes no tienen tiempo de dejar el control remoto del sagrado zapping tropical … quienes no reniegan del nauseabundo y dulzón hedor que impregna los pasillos húmedos y manchados de pasos, escupitajos y graffitis. O tan solo inscripciones obscenas y dibujos de miembros y posturas de garche.
Tito, herido, sube cada escalón queriendo que al final del pasillo haya una gran boca que lo trague sin masticar y lo haga desaparecer en el mismo instante; sin dolor… sin más, en realidad.
Se va acercando y la puerta, que alguna vez fue la entrada, quizá, a una gran suite, tiene tantas capas de sintético que su esplendor se ahogó y se escondió en las vetas mas profundas.
El llavero rectangular de plástico con letras borroneadas dice “B” y él piensa que allí todo es clase B. Su vida es una película de ese tipo, y tipos como él lo ven en el bar del frente con un pingüino y lechón trozado con chimi.
El de al lado tiene puesto una cumbia a todo lo que el reventado equipo da, con una ecualización tan mediosa que alteraría al propio Gandhi y lo haría comer un sánguche de fideos verdes con Ketchup, onda gula de faso rico.
La cama de plaza y media tiene resortes y colchón de pluma que se adopta a la fisonomía del pasajero. En lugar de araña o lámpara, la luz de un tubo fluorescente deja ver la desolada habitación de techo alto y un ropero con una puerta de vidrio que el moho ha ido erosionando y dibujando, en negro, grandes obras que van cambiando de forma con el peso de las horas… horas de cumbia y ladridos porque los putos de al lado tienen perros que ladran a morir en el balcón…
-                     Ahora si que sería bueno tener un silenciador … piensa Tito mirando a los perros desde su ventana del balcón, tras la cortina dura de esquivar pileta y objetivo de disparos líquidos de todo tipo …
Todavía no tiene el arma, ni sabe donde vive el pata de lana, ni sabe si va a hacerlo o no, solo quiere tirarse y taparse hasta las orejas. Acurrucarse y pensar que todo es un sueño y que la vieja está sentada junto a él cantando una canción mientras le acaricia el pelo. El pensamiento lo relaja que se duerme; a tal punto que no siente aún las pulgas que empezaron a visitar y degustar al invasor.
Afuera es una jungla… ¡¡¡pero esta noche se van todos a la concha de la lora!!!   
 
 Si fuera una escena, aun clase B, de una película, en este momento sonaría “Plegaria para  un niño dormido”… donde el mundo es un ch

martes, 24 de agosto de 2010

el oJo delator ...




Lunes otra vez, sobre la ciudad. Los amaneceres son más claros, cada vez más claros. Todo se ve con mayor nitidez, más profundo o, tal vez, solamente más lejos.
O será que el agua del grifo hoy limpió demasiado profundo la jeta? No solo lavó, sino que amplió su alcance de visión.
En el espejo el abdomen se ve curvo, desde arriba casi no se distingue la pistola; ni hablar de las bolas. Pero las siente hinchadas, a punto de explotar. La frialdad de la Caro resulta que en gran parte se debe a un agente, si, a otro abdomen prominente con el valor de estar calzado. Un cachetón con una terrible panza de pedos y la puta costumbre de golpear mujeres.
El ojo en compota de la Caro deschavo todo… con razón no pasaba nada últimamente, con razón tan arisca la conchuda…
Tito no sabe si matarla o no… ¿o lo mata a el? ¿A los dos? …Matar a un cana es un bardo, salta al toque. Encima semejante gordo, ¿donde lo meto?, no se merece ni el pozo que tendría que cavar, ni el esfuerzo de alzarlo… aunque dejarlo tirado no es mala idea, podría ser cualquiera… ¿Quién no quiere cargarse un puto de estos? …. Podría haber sido cualquiera.
Habría que elegir el lugar; nada de silenciador… ¿Dónde mierda se consiguen?, aparte, ¿de donde saco la guita? … Tito, Tito… ¿qué estas pensando? Se le cruzan imágenes, jugando en el patio con el revolver de cebitas, mama mirando por la ventana de la cocina, los disparos a los malos… imaginarios, invisibles para los demás.
Ese Tito chiquito era el policía que hoy se quiere levantar, mandarlo al otro lado, estirarle la pata y mear encima de la tierra removida.
Y ella. No puede ser. ¿En que momento la Caro dejo de serlo? ¿En que momento y porque pensó en cagarme? Entre los machos siempre se dice: “las mujeres, si están enamoradas, no te cagan” … “ahora, sino te aman mas, si que te cagan … el día que cojen con otro es porque no te quieren mas” …
A tito le han hecho algunos petinatos; se ha revolcado borracho sin poder conseguir erecciones. Algunas veces, sobrio, tampoco pudo conseguir ponerlo duro.
Tito esta enamorado hasta las bolas, hasta la medula… y por eso esta dolido… molido…
-         la mato a ella… ¡puta!!!!  … puta hija de puta … y llora
No quiere emborracharse, no le sirve fumar, solo la empeora. Se acuerda los polvos mágicos con los dos en ese estado, los dos tomando del pico de una botella de espumante después de hacerlo en el telo barato que era el lujo de los lujos, en la historia de amor mas cruda y real que habría imaginado jamás …
Se quiebra y el dolor por el esfuerzo del trabajo corporal lo quiebran. Hoy ni siquiera tiene fuerza para ahorcarla con sus manos… esas que le entregaban lo conseguido en la jornada para parar la olla, para que se compre los puchos, alguna pintura o perfumito rico, como de frutas… se lo imagina a el con el uniforme azul, los borceguíes tirados al costado de la cama, su cama… ¿habrá ocupado mi lado?,… ¿se habrá duchado? … ¿habrá usado el mismo jabón que yo? …
- voy a matar al hijo de mil puta… si… que lo mato…  este no la cuenta

sábado, 7 de agosto de 2010

capitulo 3



Jueves, día puto. Nadie tiene ganas de nada. ¿Porqué no es viernes? … ¿y para qué?.
Día veintipico del mes, de pedo diez mangos en el bolsillo que le robo a la Caro, de la cartera, mientras dormía, Tito encara la calle que hoy viene con un viento frío que te parte en dos.
La frazada era adhesiva hoy, tipo cazamoscas, pero hubo que levantar, erguir el alma y encarar la lleca.
De golpe, ya en la avenida húmeda de agua servida y aceites diversos, se da cuenta que se olvidó los guantes.
No siente las manos, ni el dolor por la jornada anterior, la de ayer…
-          ­Mierda! (tira) – tiene envuelta la bufanda hasta las orejas y la nariz le gotea. Tampoco  trajo pañuelo
-          Me cago en la mierda!
Ve que algunos hacen como los jugadores de fútbol, tapan una fosa nasal y soplan fuerte y el verdolaga salta hacia las baldosas gastadas de la vereda para que algún distraído la pegue a su calzado y disemine bacterias y gérmenes por doquier. Pero le parece asqueroso… la manga de la campera, manos, servilletas, servilletas… encontrar un café… - con 10 mangos – trajo 10 mangos, piensa y decide si gastar en eso, se tomó un cocido y un bollito de pan antes de salir.
-          Mejor llego al mercado y veo si el del carrito de café me dá (sigue pensando; en las servilletas) y por ahí pinta tomar un cafecito, de onda, saldrá  la mitad, en compañía de pares que harán que el recalentado brebaje sea un elixir en el pecho y no se sienta el gusto a quemado.
El criollito salado zafa, por lo menos es de hoy, con el azúcar es distinto. Hay que ponerle bastante, hoy hay que bajar cajas y bolsas a lo loco. El azúcar te da marcha; recuerda la canción de Charly: “la sal no sala y el azúcar no endulza”. La canta bajito, se acuerda de aventuras nocturnas duro como estatua (de estación), de cuando sintió el agua de la Bristol en los labios la primera vez y luego en el cuero, al sol.
El criollito estaba salado, el café redulce… que caravana Charly!; que caravanas Tito! … que ganas de reviente, cuanto descontrol que habías creído superar. Cuantas imágenes juntas de golpe; como no haber disfrutado más… porque no disfrutar ahora…
- Dale loco! Le gritan… cae la primera bolsa y aunque no es de cemento, pega como tal… “como de haberme tragado una bolsa de cemento” – piensa -  … _- pero no estás en el estadio azteca… estás en el puto mercado, en esta puta ciudad… -.-

miércoles, 21 de julio de 2010

PAREZCO MI PROPIO TÍO, PAREZCO…




Ayer pensaba: hoy no voy a escribir (o decir); hoy creo que debería haberlo hecho pero por algo todo pasa, dicen… que todo llega, que todo por algo es…
Hoy Tito soy yo, se me ha mezclado todo. Como lo mío no es académico voy a hablar en primera persona porque siento (hoy) que así me libera mas, pero no asumo sus fantasías, ni sus anécdotas, ya que son parte de sus vivencias, y no necesariamente de las mías.
Me siento como el orto. Curiosamente no me pasa nada malo, o grave, en realidad, porque grave para mi puede no serlo para otros y viceversa (¡hecho un ají!).
Pero es una mezcla, porque me siento como dije, para el re orto y me expreso como Tito pero él es él y yo soy yo; y se puede ir a cagar.
Llorón, melancólico, ingenuo, iluso, manipulador, obsesivo, pesimista consigo mismo, optimista para con los demás (o las cosas de los demás) y sus mambos… ¡ojo!, no mentiroso, no es lo mismo.
Es como tratar de ser objetivo cuando estás en esa situación, molesta como boxer barato y estirado, de tener que dar esa especie de “consejos” y de sentirte tu tío y de ver tus canas ya sin onda, dejaron de brillar para ser cenizas y los surcos de la sonrisa un papiro, y ya no mas la ramificación del tallo de una hoja de thc, llena de clorofila, de sol y de vida.
Pero es así, la vida, como un boomerang. Y usé tantas veces esta frase de mierda y el boomerang que no vuelve muy seguido, o solo (y con fuerza) cuando por alguna razón (muchas y cada vez mas) me enojo y despotrico. Igual creo en la humanidad y todos mis defectos, en este momento, dependen de un horóscopo semanal, que llega a mi casilla de correo y que leo como si realmente mi destino estuviera marcado por lo que vaya a saber quien (o como carajo) fue a parar eso ahí.
El texto dice que hacia el fin de semana un pequeño gesto de alguien cercano me hará confiar nuevamente (yo diría plenamente o mas marcadamente, porque nunca dejé de, y lo acabo de mencionar, de hecho, mas arriba) en la humanidad (o algo así)…
Y soy como la cucaracha de Kafka la mayor parte del tiempo, y creo que todos me ven así y disimulan.
Siento que floto en el aire unos cuantos centímetros y brillo, otras, pero son las menos… cuando estoy o escucho cosas o veo actos de algunos… pequeños momentos… pocos, que realmente son todo lo que vale este trayecto tan cuesta arriba, como un barro de chocolate amargo que te empalaga y te retrasa, te engulle y te mastica, te defeca y sigue siendo chocolate.
Y te lo refregás, pero le echás la culpa, y a la vez el ojo, y le hincás el diente.
Cuando son bajadas, porque son bajadas….
Y en vez de tomar envión, muchas veces te dejás llevar hacia abajo … pero solo por momentos, porque tocaste fondo una vez, y solo una vez hay que tocarlo y no volver allí nunca mas, nunca requete jamás, diría María Elena …

viernes, 16 de julio de 2010

El personaje principal


Tito viaja en colectivo, desde allí ve los tendederos de bolsas de nylon flameando entre miles de envoltorios que revolotean los baldíos inmundos.
Tito es un Pepe Lui; siglo pasado, lo marcó la década que lo vio llegar, es una mezcla de cupé Chevy con Rambler, un vinilo y un par de botines Sacachispas. Tito sueña despierto, vive una película, todos los del Bondi escuchan lo que piensa, ven lo que oculta, se burlan de lo que teme.
No puede mirar a la gente a los ojos cuando habla, si cuando escucha (o sea poco); los suyos están casi siempre rojos, en llamas, son lásers que en algún momento quemarán algo, que se ponen así de quemar, de vez en cuando. Ojos de carnicero, de kamikaze tripeado.
No puede caminar mirando el suelo, le intrigan los rostros, las risas, los gritos, las bocinas, el pulso de los ritmos a su alrededor…
Tienen que dejar de mirarlo, porqué él es quien clava la mirada; no tiene que hablarte… quizá nunca te vuelva a ver…
Viene de un fin de semana medio pelo… y ya es el tercero. Demasiada expectativa, tal vez. La Caro anda arisca, el volcán está inactivo. Hace frío, por dentro y por fuera; de golpe se acuerda de una noche de un frío parecido, o peor aún, con los lompas en las rodillas, clavando de dorapa a la novia de un conocido en un baldío, contra una pared sin revoque y la hebilla del cinto marcando el tempo como un shaker.
Ella, unos años más grande y tremendas gomas hacía que el lugar fuera el Sahara. Al día siguiente te cruzaba en la calle como si vivieras en Alaska, en el Polo… algo así como dos personajes extra de Fargo que nunca se hablaron.
Aquello estuvo bueno y le dio un golpecito de calor hasta que recordó que ella se pasó de largo en una curva de autopista. Iba muy rápido y así se fue.
Entonces se metió en los huesos aun más el frío del orto, y la bufanda que no tapa bien la nariz, solo la boca, pero quiere escupir. El recuerdo le revolvió el estómago.
Mientras caminaba y recordaba veía tapas de revistas porno al lado de unas de tejido, de cómics, de algún billiken (o cosas así)… ¿nadie quiere hacer el esfuerzo de fantasear un poco? … ¿y los ratones? … andan por debajo, en las cloacas, viendo si las palomas dejan algo. Palomas que hasta podés llegar a pisar en la vereda, porque están picando mientras ven los hocicos de los roedores que, si no viene nadie, se las pican a ellas…
Tito sigue caminando, lleva los auris puestos. Suena la distorsión de “muerto a laburar” y él cabecea el riff… y pensar que laburamos para vivir, y vivimos laburando, y nos vivimos cuidando, sobre todo, de los que “laburan” de los laburantes; tanto de los que te arrebatan y corren como de los que no ves pero se llevan tu esfuerzo, te chupan la sangre… te chupan un huevo… hay que seguir adelante….

domingo, 11 de julio de 2010

león enjaulado ...


Empecé a bocetear algo parecido a una novela. Algo que quería hacer de viejo pero como casi ya lo soy, creo que es el momento. Comprendí que en realidad no maduro, me añejo, que no es lo mismo. El personaje es Tito y es bastante ijoputa .... los espero ... va con fotos.

jueves, 24 de junio de 2010

Ahi va ...

Uno. Empezar. Cero en realidad. Blanco. Vacío ... nada ... ¿nada?, no, mucho en una especie de embudo tapado, comprimido y temeroso. El contenido ahí, a punto de explotar.
Todos, creo yo, tratamos de sobresalir, de ser originales, de hacer algo nuevo, de ser únicos, de llamar la atención. Ahora, ¿caminarán por la cornisa?, ¿llegarán al límite? ... ¿te arriesgás?, ¿te entregás? ...
Yo estoy harto de quemarme, no así de prenderme fuego, porque es inevitable, porque vivo en llamas, pero llamas que conllevan lágrimas, aunque no hiervan ni evaporen.
Me han malinterpretado otra vez ... una y otra vez. ¿Seré yo? ... por supuesto, como dije alguna vez ésta no es la época en que debí nacer. Soy un caballero, pero a veces, creo, mi armadura es de acero inoxidable.
No así mi estómago, que vive dándome trabajo, que llama constantemente mi atención. Me dobla, me avisa algo ... y no lo entiendo. Y eso que es mi estómago y no creo que se vaya de ahí. Digo esto porque últimamente vengo alejando a todos, o a muchos ... y no puedo quedarme solo; nadie debe estar solo mas de unas horas ... no se puede.
Mi humor, otro enemigo. Lo creo un aliado, pero corroe, es ácido. Es el que me aleja, es oscuro, contradice mi primera sensación, al despertar, cada mañana ... salvo los días radiohead, que son bellos.
¿A dónde van todos tan rápido?, ¿a dónde vamos? ... ¿dónde están los salmones?, ¿donde los remansos? ....

martes, 25 de mayo de 2010

Pasen y vean ...

En este blog van a encontrar de todo un poco, pero sobre todo desahogos ... cosas para compartir. No tiene una orientación definida o específica, solo el placer de escribir y mostrar algunas cosas.
Los espero.